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viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Hombre maltratador o víctima?

A veces, hay mujeres que acusan a sus parejas de maltrato e incluso llegan a denunciar, lo que provoca que sus parejas se sientan maltratadores cuando no lo son. Esto es muy grave, ya que a nosotras nos parece una falta de respeto hacia las mujeres que de verdad son maltratadas, y que tienen motivos suficientes para acusar y denunciar. También creemos que estos hombres, inocentes, a veces llegan a sentirse mal con ellos mismos. Mirad este texto sobre una historia real de falsas acusaciones.

EL MALTRATADOR QUE NO LO ERA.


Absuelto tras pasar un año viendo al hijo una hora semanal por una denuncia falsa.
Dice que se perdió las primeras Navidades del bebé, los primeros Reyes, el primer cumpleaños y el primer porrazo de andarín. Y que cuando vinieron con el recogedor a barrer los pedazos y le pidieron perdon, ya no hubo forma de recomponer una parte del jarron roto.
Se llama Diego Martín, vive en Logroño, tiene 37 años y ha estado casi uno viendo a su hijo solamente una hora a la semana y bajo vigilancia.

Esta es la historia de un maltratador que no lo era.
En una sentencia dictada el 14 de mayo de 2010, la Audiencia Provincial de La Rioja ha absuelto finalmente al padre de un delito de malos tratos hacia su ex pareja porque «no hay circunstancia alguna que lo corrobore». Ni parte de lesiones. Ni el testimonio de la Policía que se personó en el lugar de los hechos. Ni la declaración de los testigos, con Diego dió igual.

«Me acusaron de todo sin pruebas. Me dejaron casi un año sin ver a mi hijo. ¿Quien me devuelve el tiempo? El que pega a una mujer es un cobarde. Estoy en contra de la violencia de genero con toda mi fuerza. Que no haya dudas de eso».

Diego conoció a Noelia en 2007. Sonaron clarines entre aquella divorciada y aquel soltero, y al cabo les vino un niño que le puso cemento a la relación. Allí había base para comenzar a levantar algo entre dos. La cosa se fue al garete. A Diego le pusieron la maleta en la puerta. Y dice el hombre que, al despedirse, recibio un portazo con seis palabras:

«Te voy a joder la vida».

Por Esther Sánchez y Almu Gómez.

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